LBDLV: pinchazos de poop y porno-fonía ligera
“Me gustó ese acto, pero un amigo se sacó de onda; se espantó”; “la novia del ‘Vitas’ se salió cuando empezó La Banda de los Vergazos”; “¡¿Pero… Dios mío, cómo es posible, esto qué es?!”, son perlas en mi colección de reacciones verbales a La Banda de Los Vergazos (LBDLV), la improbable post-poop mock band tuxtleca que ha inficionado suficientes mentes degeneradas de mexicanos ociosos para trepar al line-up del festival más relevante de chiptune en Iberoamérica.

Lo que empezara en 2013, medio en broma, como un simple proyecto paródico y periférico del silvestremente genial CrabSound, se ha asumido en este nuevo LP como una entidad particular y carnavalesca que quiere dar el salto cualitativo de tener un estilo. Evidencia de ello es el tiempo dedicado a las piezas del álbum y la variedad de “estados de ánimo” que recorren (distanciándose del astringente y monótono mood agresivo que caracteriza las tonadas clásicas de la Banda): la candidez cuasi infantil de Los jijis!; el ímpetu happy-go-lucky y tropicoso de El bigote de Mario Bros o el maravilloso himno friki de Es un otaku rifado parte I, son ejemplos. Innovan también en este esfuerzo recursos técnicos como el uso de samples puposos; la colaboración con artistas invitados (Stelly cerezy en P E R R I T O S, pista que se conecta con Aguacate de la abuelita madreadora! en uno de los pasajes sonoros más “sofisticados” del LP) o el cóver aceitoso tongue-in-cheek del opening gringo de Pokémon.

Es comprensible que la intelligentsia normie, acostumbrada a la seguridad de sus círculos críticos y postulante de su propio canon “alternativo” y “trasgresor”, encuentre insulsos los tracks de LBDLV; como también es indiscutible que este proyecto, en su estado evolutivo actual, no representa una expresión artística fiel a la realidad social y cultural del México contemporáneo.

La música de LBDLV no es música, como los memes no son literatura y los YTP no son cine; aunque todos ellos lo son, al mismo tiempo, para una sensibilidad distinta. Forma parte de esas expresiones cibernéticas que calificamos de “humorosas”, aunque en el fondo sabemos que su cauda porta más que inofensivas guasas: un algo que triggerea nuestras memorias inhumadas de consumidores voraces de cultura pop finisecular. LBDLV se alimenta de la misma reserva simbólica que la fauna subcultural y lumpen-cibernética de la segunda década del siglo veintiuno: ánime, memes, gifs, hentai, YTP, farmeo disoluto en MMO, trolleo, prankcalls, descarga ilegal de contenido con copyright y hackeo de señales de internet ajenas.

Solo el tiempo definirá si la Banda puede evolucionar hacia formas de expresión más conscientes y trascendentes o se quedará detenida en el estado actual, nada desestimable, para ser desenterrada en algún momento del futuro como el sensacional y grotesco glitch de la sociedad post-Internet y wiki-hedonista que representa.
Estuardo H. Rendón